Llamadme melancólica, romántica incurable, especial, loca, sublime, terrible,
maravillosa u insoportable. Pero los sentimientos son un aspecto intrínseco a mi
persona.
Las aguas se calmaron, ahora tengo mi refugio, quizás por ser una
niña de papa y mamá.
Hoy estuve trabajando en un catering (que duro) hasta
las cuatro de la mañana.
Hoy parto a Madrid a eso de las 10 amaneciendo en
Sevilla.
Hoy para no dormir porque sabía que si no perdería el autobús me
quedé dejando todo atado por aquí. Coche limpio, casa nueva limpia, maleta
impecable… a pesar de estar destrozada después de llevar y traer bandejas
cargadas de copas a novias en Gelves cuyos invitados ni siquiera conocían. Más
estudios antropológicos a mi curriculum. Pero no os creáis, yo aún soy capaz de
mimetizarme y comprender a las personas diferentes a mi, a niveles superiores u
inferiores.
Pero a pesar de todo eso, no ha sido ninguno de esos factores el
detonante de que haya sentido la necesidad impetuosa de escribiros ahora. La
respuesta está en la música… en la melodía de Cinema Paradiso al piano por
Morricone y los rayos de sol que se reflejaban en mis ojos al mirar a través de
los ventanales de mi salón, augurando lo que me espera esta semana: mirar a la
cara a Catuxa siendo consciente de que nos enfrentamos a una nueva etapa en la
distancia pero siempre presentes la una con la otra; reencontrarme con David, la
última persona de mi periodo Erasmus que casualmente coincidió conmigo en la
tortura del regreso definitivo a tierras españolas en un tren hacia Milán (yo
escribiría Milano); un abrazo a Esther, después de un año; otro a Raquelita, ver
como hemos evolucionado; volver a ver a Anne, a quien le fabriqué unas alas de
hadita de esas que yo sigo buscando dentro de mi… A Diego lo espero en Sevilla
en agosto, a Puli espero también reencontrármelo, siempre estuvo allí en Madrid,
para mi, sitio de paso en momentos difíciles.
Y lo mejor de todo, es que
aunque la distancia, el tiempo pase, sé que soy importante para cada uno, como
cada uno son parte de mi. De la Patricia que se ha ido construyendo durante este
camino y que seguirá evolucionando. Es lo único que me importa… dejar un breve
recuerdo feliz de mi cuando todo esto acabe, cuando se acabe la vida tan
maravillosa. Ese es el poder de los recuerdos y de las historias.
Parece que
a pesar de ser julio en Sevilla, a las 8.14 de la mañana se puede sobrevivir sin
el aire acondicionado, abrir las ventanas y que una ligera brisa fresca te
inunde en tu pequeño castillo, esta vez sin tejados.
Ya os contaré como
transcurre la pequeña y obligada aventura en Madrid.
Hasta pronto
incondicionales.
Ci vediamo presto (a unos antes, a otros un poco más tarde,
pero aún así nos encontraremos). I promised…
Patrizia visionaria
PD: gracias Jose (yo nunca te he llamado Lagier), por pasarme esa
versión al piano de mi película favorita. Me has transportado al pasado pero en
un presente un palpable. Gracias por compartir conmigo esa sensibilidad.
PD
(segunda parte): ahora ya no entra ni brisa ni nada fresco por las ventanas, el
sol abrasa y aún no son las 8.30 de la mañana, debe ser por eso que no soporto
el frío, ¿no?
El resultado de esta premonición imaginando como sería dicho reencuentro se refleja en la fotografía: podría decirse que es de hace un año en Perugia, de hace dos días en Madrid o ayer en Sevilla... Sentados a la mesa del local Areia (donde estuve hace cuatro años con mi hermano) Esther me miraba y repetía una y otra vez: no sientes que nada ha cambiado? Solo el escenario, las circunstancias, pero a pesar del tiempo que ha pasado parece que fue ayer cuando estabamos tomando un café italiano en tu monolocale.
Cierto preciosa, es la sensación más hermosa que he experimentado jamás, el pasar años sin ver a un buen amigo, y cuando sucede el reencuentro que parezca que haya sido ayer la última vez que quedásteis.